HOy nos fuimos al zoológico de Woodland. Lo primero que vimos fue un trío de girafas jugetonas. Era increíble, verlas en vivo y en directo, nuestros fotorreceptores ajustándose a la luz, creando algo real. No he visto girafas en tanto tiempo, aunque hubo esa en Loja....
Al Julián le brillaban los ojos. A la Cora también pero creo que sólo pudo apreciar los animales que estaban más cerca de nosotros y cuando lograba enfocar su mirada en alguno de ellos.
Vimos cebras, hipopótamos, elefantes, osos, un león, un tigre, varios tipos de monos, varios tipos de aves. Sería interesante saber qué exactamente vio la Cora...
A mí me gustaron los elefantes, no podía dejar de pensar en la historia de Murakami, la del elefante que desaparece. Yo percibo un despropósito a veces, leyendo a Murakami, cómo que los hechos supernaturales o simplemente extraños que te presenta, no conducen a nada, a la larga. Cómo que nos está tomando el pelo un poco, el hombre. Pero bueno, al mismo tiempo, esa escalada hacia una caída libre, al vacío tiene su encanto. El cuento se llama "el elefante desaparece" y lo verdaderamente sorprendente es que nosotros en ese momento, no dábamos con los elefantes, no estaban en ninguno de los espacios que supuestamente les correspondía. Y no se escuchaba nada. Era como si hubieran desaparecido. Y yo llegué a pensar que no los veríamos, (¿cómo no ver... un elefante?). Fue gracioso, pero claro, no estábamos en un cuento de Murakami esta vez, no estábamos en algún zoológico comunitario de JApón, ni en la Manchuria ocupada, estábamos en Woodland, Seattle.
Había tres elefantes ahí, tenían 40 años, en promedio, dos machos y una hembra, actitudes dominantes, comportamientos sociales muy parecidos a los nuestros. Eran graciosos y todos menos uno, parecían contentos. Este uno era el clásico descolado, se llamaba BAmbú. Le fuimos a visitar y estaba jugando ahí con un balón super grande que le habían prestado los del zoológico supongo, pero estaba tan triste que se le fue el balón y rodó debajo de la cerca que rodeaba su espacio. Perdió su juguete. Los cuatro mirábamos. pero lamentablemente, no nos podíamos quedar mucho tiempo ahí, con los elefantes, el zoológico era grande, nos faltaba mucho. Seguimos caminando.
En lo de los orangutanes, la Cora fijó sus ojos en uno de ellos, tal vez ella, inmensa, brillante. El Julián tenía mucha curiosidad, como siempre, y hablaba, como siempre, pero en general estábamos un poco cansados porque en la mañana yo había jugado un partido de fútbol, ahí cerca del zoológico y el julián, la martu y la cora ya habían hecho una excursión. Así que empezamos con expresiones como "Wow, mira a la ji-ra-fa, qué te parece? WOW, mira el hi-po-pó-ta-mo, no es increíble?" deteniéndonos fijamente ante las bestias, deleitándonos con cada uno de sus movimientos espontáneos; pero luego, éramos así: "ahí hay un knguro, una vestruz" sin parar, sin ni siquiera señalando con el dedo, cargados de nuestros hijos, empujando el coche, buscando el camino de regreso.
En todo caso fue una hermosa visita, hizo un día lindo y tenemos que volver varias veces más. Los orangutanes creo que nos marcaron mucho, parecían tan humanos y eran de los pocos que se les veía realmente tristes de estar ahí, con la mirada un poco perdida, en cautiverio, lejos de casa.
Al regreso el julian hizo siesta. Debe ser algo notable vernos a la martu y a mí caminando por las calles de Seattle, en las paradas de bus, con nuestras cargas familiares a cuestas, nuestra prole. Siempre nos reímos, nos duelen las espaldas, pero nos reímos y tratamos de respirar el aire lo más posible, hasta volver a casa. Recién estamos un par de meses aquí, y yo estoy seguro que con el tiempo encontraremos un poco más de comodidad para este tipo de salidas, pero bueno, mientras tanto, un poco a la aventura, que nunca está mal. YA se ha dicho antes, y lo repito... "un poco de lluvia nunca le hizo mal a nadie".
Todo esto del zoológico me hace acuerdo de cómo empecé el día de hoy, el último domingo 19 de octubre de 2008 de nuestra era.
Fui arrastrado desde el fin del mundo como a las 8 am. (La noche anterior me había quedado escribiendo hasta las 3 am, por lo menos, y estaba algo cansado). Y cuando me despertaron no estaba acostado sobre mi cama, sino al lado de ella, en un colchón plegable verde, y mis raptores, o los raptores de mi sueño, eran nada más y nada menos la pareja más temible del oeste, mi primogénito Julián, atacando por cielo y su hermana Cora, desde el piso.
El día anterior habíamos jugado al "cherif" (el sábado, el julián estuvo de vaquero todo el día) y ahora el plan mañanero era repetirlo. En pocas palabras eso significaba que yo me tenía que poner en 4 y hacer de caballo. Sólo que el julián tuvo un lapsus en su clasificación de cuadrúpedos y exclamó lo siguiente, en tono de reclamo, recordemos que son las primeras palabras que me dice en el día, "Papi, levántate, ya e-maneció y quiero que seas mi vaca".
Sí. Nosotros también nos reímos. LA martu desde la cama y yo desde el piso. Y luego jugamos, claro. La Cora gateando lentamente como una potrita recién nacida detrás mío, también lento y antes de haber realizado mis habituales prácticas mañaneras. el julián encima, de cherif. Eso sí, no nos podemos quejar, nos dio de comer pasto y nos dio de beber y nos dejó descansar apenas llegamos a la sala. Es un buen cherif.
Así empezó este domingo, luego una llamada de teléfono de nuestro amigo Miguel (venga..), la invitación al fútbol, unas canchas de tierras, unos rivales mexicanos, el zoológico y el regreso a casa.
Cenamos chino.