25.10.09

Ayer fuimos a una feria de calabazas en Kent, WA. Dejamos el auto en el parqueadero, debajo de un árbol que estaba repleto de pájaros. Hacían un ruido tremendo. Todos piando con mucha emoción al mismo tiempo. La luz del sol brillaba y era difícil verlos pero eran unos pájaritos diminutos de plumaje azul oscuro tornasol. Miles de ellos. La martu y yo lo comentábamos con los niños cuando el alboroto se detuvo por completo. Los pájaros habían salido volando del árbol en un solo movimiento. Ahora eran líneas entrecortadas meneándose en el cielo a toda velocidad y en silencio. Una bandada se unía con otra y luego se separaban. Tal vez era una guerra.

El suelo estaba lodoso. Subimos a los niños en una caretilla y fuimos hacia los campos de calabazas gigantes. Pasó cerca una mujer cargando a un niño que se había bañado en lodo. La Cora se bajó de la carretilla, yo me fijaba en algunas calabazas que tenían huecos cubiertos de moho y cuando regresé hacia donde mi hija, se estaba cayendo de frente al suelo lodoso. Puso las manos y luego se sentó en el charco.

El julián escogió una calabaza que era media verde por un lado. Yo escogí la primera que me llamó la atención y luego la cambié por una que tenía una forma alargada que me gustó. La martu escogió una variedad blanca llamada calabaza fantasma. Después la martu y los niños fueron a los laberintos en los maizales mientras yo guardaba las calabazas en el carro. Era un lugar grande, repleto de gente. Filas y filas de personas comprando calabazas de todas las formas y tamaños. Empujándolas en carretillas. Había esa casualidad que suele haber en las feria en los EEUU. Nada sorprende a los locales. Nadie se preocupa mucho por los demás pero todos se controlan unos a otros. Una fé ciega en el dólar y en el mercado.

El laberinto terminó siendo más largo de lo que pensamos. Yo esperaba afuera y alguien se me acercó y me dijo, están en el puesto #5. Eran unos amigos de Jana, la persona que nos había contado de la feria y con quien nos habíamos encontrado poco antes de entrar en el maizal. El puesto número #5 según el mapa del laberinto estaba cerca de la salida, así que me metí en contravía, esquivando a varias personas, hasta llegar a donde estaban la martu, con una sonrisota y los niños. Habían disfrutado. Adentro del maizal estaba fresco. El julián seguía el mapa del laberinto con entusiasmo, se había hecho amigo de un niño mayor que tenía puesto un casco de soldado.

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