23.10.09

la cora me da la mano. está completamente dormida, su cabeza reposando sobre mi hombro huesudo, pero estira su pequeña mano y mete cada uno de sus pequeños dedos entre dos de los míos, y se podría decir que viceversa.
tiene un año, ya mismo 2, pero no creo que a nadie le importe eso. no hace las cosas que una niña de un año haría, no dice las cosas que una niña de un año diría, no es eso que se consideraría tan pequeño, tan nuevo, tan inocente. para mí ha estado aquí, sobre mi pecho, en ese estado de sueño semivigilante, sus piecitos colgando a la altura de mi cadera, desde siempre.
nadie en esta casa le trata como se debería tratar a una niña de un año y en respuesta ella nos da otra cosa, no la hipótesis de la niña pequeña, nos da un ser sin edad.
no he conocido una fuerza como la suya. me ha deformado. todas las mañanas me saca de la cama. para ponerlo en argot jurídico: ha suspendido temporalmente algunos de mis derechos civiles. y yo soy uno de esos ciudadanos que levanta su pancarta y espera de pie, inmóvil, afuera del palacio de gobierno. solo que el poder no entiende mis quejas, literalmente, no las entiende, no se trata de negligencia ni de mala fé, simplemente no ve lo que veo yo. Y entonces, me doy cuenta de que no es al poder que me quiero dirigir, en realidad, sino a los otros ciudadanos, a las paredes y al cielo.

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