1.11.09

Hay dos mujeres paradas al frente de la clase. Una de ellas se llama Raquel. Está poniendo tres cajas de Pizza sobre una mesa. La otra no se cómo se llama. Tiene una cara diminuta y un pelo, cómo diremos, un pelo castaño que le cubre buena parte de la frente. A ratos ella se lo tira de los lados, acomodándolo, como se haría con las cerdas de una escoba. Lo que tiene en la cabeza parece una peluca vieja y además, esta mujer tiene una mirada de haber vivido todo esto antes, muchas veces. Una mirada profesional. Sin embargo es la otra mujer, la que se llama Raquel, quien nos da la bienvenida. Son de McGraw Hill. Están aquí para hablar de los programas en línea que ofrecen para los cursos de español. Alguien de la clase inmediatamente suelta una queja. Dice que los programas no aportan nada al texto y que McGraw Hill no debería cobrar a los estudiantes por una nueva edición cada año, es una explotación. Raquel se queda boquiaberta. Se mueve por el salón, ocupando sus manos en diferentes cosas mientras suelta unas disculpas encubiertas con resentimiento. La otra mujer, la de la peluca, torea el asunto de mejor manera. Le da la razón a la persona que se quejaba y le dice que McGraw Hill está trabajando para mejorar estas cosas, que para eso estamos aqui. Antes de que se estropeen los ánimos demasiado, nos invitan a pasar a la mesa, servirnos pizza y ensaladas de Pagliacci´s. También hay unas botellas de plástico con agua para beber y un recipiente lleno de chocolates, lo cual me recuerda que mañana es Halloween.

La reunión dura una hora o un poco menos de una hora. Raquel está siempre a la defensiva y la otra mujer reconoce las fallas y ella misma señala algunas en un tono irónico. A pesar de su edad habla con el vocabulario y las expresiones de una adolescente y repite este tipo de frases a cada rato, disfrutando de su uso de ellas frente a una audiencia pequeña pero cautiva. La mayoría de los problemas, según ella, tienen que ver con un tipo en el área de programación de McGraw Hill, alguien que coincidentalmente se llama Jorge, como yo. Sólo que ella lo pronuncia "Hor-Hey", a lo gringo. La martu que está al lado mío, enciende el debate acerca de los contenidos de los textos de español. ¿Por qué tienen que hacer un retrato tan estereotípico de los latinos? pregunta. Las mujeres se interesan por saber más acerca de esto y toman nota en sus pequeños cuadernos. Como alternativa, la martu les dice, deben involucrar las vidas de universitarios latinos, así los universitarios gringos se relacionan con la materia. Raquel no quiere que pensemos mal de McGraw Hill así que nos muestra los últimos programas que están desarrollando, justamente involucrando a universitarios latinos.

Aparecen en la pantalla de la clase dos mujeres jóvenes. Están en un parque público de alguna ciudad latinoamericana. La una le entrevista a la otra. Le pide que le muestre algo representativo de su país, Venezuela. La otra chica saca un paquete de harina, dice que con esa harina se preparan varios de los platos típicos que más le gustan. Hablan en un español teatral, guionizado, en instantes parece publicidad de la marca de harina. Cuando se termina yo levanto mi mano: "Dígame Raquel, qué joven universitario de los Estados Unidos traería un paquete de harina a una entrevista acerca de su país?" Hay risas, lo cual me sorprende porque lo que estoy diciendo es en serio. Raquel monea el teclado de la compu un rato más. Está empeñada en mostrarnos que lo que están haciendo es bueno. Finalmente da con "Yabla", un programa de videos educacionales filmados por universitarios latinoamericanos con la cámara en mano, sin guión. Tiene actividades relacionadas a los lados, sólo hay que hacer clik. NO por nada, pero esto sí está bueno.

Todo esto se da en una aula del edificio de Ingeniería Eléctrica. Es un edificio laberíntico adosado a otro más moderno, el edificio Paul Allen, de ingeniería computacional. Estoy buscando un baño pero doy con el salón principal de este otro edificio donde precisamente este mismo día, se celebra una feria empresarial. Hay muchos jovenes y unos puestos atractivos. Hay chicos con camisetas polos de las empresas que representan y están tomando datos de las personas que se acercan en unas tablas con sujetapapeles. Las empresas son Microsoft, Google, Facebook, Adobe... En cada puesto hay material promocional gratis. Me acerco tímidamente a la de Google y tomo dos pares de gafas, con patas de colores fosforescentes. Agarro unas rojas y unas verdes. Tienen el logo pero están buenas. NO hablo con nadie. Después la martu se da una vuelta y agarra una pelota saltarina de Facebook y un llavero en forma de astronauta de Intel.

Salimos de ahí en nuestras bicis y vamos a recoger a los niños. Comida gratis en los estómagos y regalos en las mochilas. Este es el optimismo barato del que hablaba Henry Miller en Trópico de Cáncer. Este es el optimismo barato de los Estados Unidos de América.

Etiquetas