Algo así sería mi comentario acerca de los últimos días. Han sido "ehhgg", me he sentido "ehhgg". un reculeo emocional.
Cualquier cosa me desmotivaba: un viejo torpe en el bus, el rock cristiano a todo volúmen, las 6 am, la gente con discapacidades mentales, un pelo en la barra de jabón, el viento en mi pupila, la toz de mis hijos.
hay días en que quisiera desaparecer. Me gustaría que esto suceda cuando estoy solo, caminando por ahí. puff. Sólo quedaría polvo de estrella.
todo el mundo duele. ya lo dijo michael stipe. confórtate en tus amigos.
Y eso pasó. Un par de correos electrónicos que recibí me levantaron. No estás solo. Agárrate, agárrate.
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También tuve un par de citas románticas con mi hija. En el sol y en el viento. Ella no se estaba sintiéndo tan bien. Siguió con fiebre así que no le llevamos a la guardería y nos turnamos con la martu durante el día. No hicimos un montón de cosas que había que hacer. Pero hicimos otras. Yo me pasié con la nena. Le di trozos de frutas. Le hice jugar con las hojas caídas del otoño. Y hoy: le llevé a una juguetería.
Se me había pasado por la cabeza la idea o más bien la certeza de que no le había comprado un juguetito, no uno que recuerde, en mucho tiempo (hay un sapito wind-up que salta y que le compré hace poco pero eso más bien le asustó un poco). Así que cedí nuevamente a la realidad objetiva y apagué momentáneamente a la realidad subjetiva (para hablar en términos dialécticos) y además, necesitaba un lugar alfombrado adonde ir, poder echarle a mi nena para que ella gatee un poco, entre clase y clase. La juguetería Pinocho (una empresa local circa 1975) era el lugar indicado.
Caminé entre el brumo de los autos sobrepoblados. Fuimos a la sección de infantes. Estuvimos un buen rato, entre un sonajero marca Brio y unos muñecos de abuelitos que hacían sonidos en cada articulación de sus pequeños cuerpecillos.
También había una bola amorfa que se había tragado de alguna manera inexplicable (no tenía boca) una campanita.
Finalmente, tomamos un juego de cuatro instrumentos musicales tipo pandereta que se adjuntaban y desbotonaban.
Para eso habíamos ido.
Más tarde en la casa, el Julián fue objeto de un ataque de celos. Vio el juguete de la Cora y lo analizaba cómo diciendo “y esto? Qué hace aquí?” Yo intenté ser lo más frontal posible “Hoy le compré este juguete a la Cora”. Pero luego de otro instante de deliberación interna él me devolvió toda su frontalidad: “Sólo a mí me tienen que dar regalos”. Se puso muy mal.
Estaba una amiga nuestra ahí, la Jana, ella seguramente veía todo de una manera muy tranquila pero a mí no me gustó para nada que el Julián le empujara a su hermana bebé ni que le tratara de dar patazos. Le tuve que abrazar fuerte para evitarlo y le expliqué que él también tenía muchos regalos, más que la Cora, y que lo bueno de tener hermanos es que puedes compartir los juguetes. "ehhgg". Parecía decirme en respuesta.
Luego comimos una pizza y de postre un helado de vainilla con nueces acarameladas y un chorrito adicional de manjar. El julián no se conformó con su porción, nótese que antes de llegar a la casa ya se había comido un cono entero, en la misma heladería en la que compré el helado.
Me negoció una nueva porción, quedamos, según yo, en dos cucharaditas más, pero cuándo me vio servirlas se quejó. El quería dos platos más, llenos. Ese era su acuerdo. Empezó a llamar la atención, luego lanzó un par de cosas. Hubiera querido verlas volar en cámara lenta por la sala de la casa, como en una película, pero esas cosas simplemente desaparecieron de mi vista sólo para reconstruirse luego de un segundo y estrellarse contra la pared o la mesa o la silla, con muchísima fuerza. Le tuve que quitar la cuchara que tenía en la mano, la misma que estaba a punto de levantar vuelo. Y tuve que "separarle" al Julián, lo cual significa que le llevé a su cuarto (en donde también le di una nalgada deportiva, no profesional). Ahí le hablé en términos de "eso estuvo muy mal, muy feo, nuestra amiga no va a querer regresar a la casa", sí. esa onda. En realidad, y sé que he repetido mucho, seguramente ya no me lo creen, el que pierde la paciencia soy yo. Y la plena es que, en el fondo, cuánto me importa lo que piensan los demás! Mierda!
Seguramente le hubiera hablado por lanzar cosas, si, pero tener que hacerlo al frente de una amiga que visitaba nuestra humilde casa de juegos y entrenimiento constante por primera vez, era realmente estresante. Ella iba a ver al niño malcriado y al padre incompetente. O esa es la película que me hice en la cabeza. Como cuando alguien en la calle le dice al JUlian "Hi cutie" y ante la indiferencia de mi hijo (que puede estar metiéndose el dedo en la nariz ese rato) yo digo mecánicamente "diga hi, mijito, jeje" risita nerviosa y todo incluida.
¿Por qué no me quedo callado, dejarle al julian decidir si quiere saludar, como antes, o por qué no, simplemente le digo "fuckoff", lo más cordialmente posible, al extraño?
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Una antisemana concluye. que bien. Hay muchas, demasiadas cosas buenas cerca como para dejar que el materialismo dialéctico estropee mi buen humor.
Quiero regresar a casa.
Anoche, finalmente empecé a revisar y reeditar mi texto del tórax futuro. Finalmente le hice caso en eso a mi amigo enano borja, luis. LB.
Los discos que me compré el otro día son un éxito rotundo aquí en el hogar. En especial la Suite de las Malvinas de John Cale.
Escribí a los tiempos un artículo para Diner´s y para variar me pidieron cambios. Gustoso de hacerlo amigos, gustoso. cuando quieran.
Los phillies el peor equipo de la historia del béisbol, cuyo único campeonato fue en 1980, nuestro año de alumbramiento, (por lo menos en esta era y en este mundo) ganaron el primer partido de la serie mundial.