Tiranosaurio y Unicornio caminaban por el desierto. Iban conversando como siempre. Caminando y conversando.
Estaban cansados de volar a todas partes. De mirar las cosas desde arriba. En su colchón volador. Querían algo diferente. "¿Qué tal si nos vamos hacia el Centro de la Tierra?" dijo Tiranosaurio, que en realidad no era tan feroz, ni tan carnívoro, ni tan grande como siempre se pinta a los Tiranosaurios en los libros y Unicornio aceptó, asintiendo con la cabeza (Unicornio tampoco era tan mitológico como suelen ser los unicornios en los libros, al contrario había muchos unicornios más, eran muy comunes, lo que diferenciaba a éste en particular, era su cerquillo de cabello que era extremadamente largo, llegando a tapar sus ojos (por eso debe soplarse la frente a cada rato)).
Así que caminaron y caminaron por el desierto hasta que encontraron un hueco inmenso. Como de un crater de volcán. Al lado del hueco había un letrero de neón desgastado que sonaba un poco y decía: "Centro de la Tierra". Junto a una flecha gorda y temblorosa. Tiranosaurio y Unicornio saltaron adentro, aterrizando apenas algunos metros más abajo. Se regresaron a ver un poco decepcionados y luego se dieron cuenta que la arena que estaba justo debajo de sus pies empezaba a hundirse.
Poco a poco se sumergían. Tiranosaurio sacó de su mochila dos pares de lentes protectores y dos sorbetes rojos para poder respirar. Le ayudó a Unicornio a ponerse los lentes. Luego esperaron en silencio mientras se hundían. Hubo un momento de quietud debajo de la arena y finalmente algo hizo que sus cuerpos se soltaran del todo y empezaron una caída libre por un hueco profundo y negro, negro, negro. No veían nada de lo negro que estaba todo. Caían rápidamente. Pero Tiranosaurio tuvo tiempo para volver a guardar las cosas en su mochila, luego aterrizaron, nuevamente sobre un piso de arena.
No había mucha luz pero suficiente como para ver lo que tenían al frente. No tuvieron que andar mucho más antes de encontrar otro hueco inmenso, como de un cráter. Y éste sí era profundo. A un lado del hueco había una escalera y por ahí, Tiranosaurio y Unicornio empezaron a descender.
Vieron piedras y huesos. Vieron capas y capas de tierra oscuras. Varios tonos diferentes de oscuro. Vieron una capa de espuma. Vieron una playa con mar. Vieron más piedras. Más huesos. Y vieron paja seca y caliente.
Siguieron bajando por la escalera hasta que ésta terminó. Estaban junto a una capa de una piedra frío y metálica. No había nada más. Caminaron en busca de algo pero sólo se encontraron con un hombre que tenía un bombín, llamado también sombrero hongo, flotando levemente encima de su cabeza. No era un sombrero de copa, ni un sombrero cordobés, no era un fez marroquí ni fedora ni borsalino. Sólo un bombín llamado también sombrero hongo. No estaba puesto, propiamente, el sombrero. Sólo flotaba ahí. Directamente encima de su cabeza, siguiéndole a todas partes. El hombre llevaba puesto un traje verde también. No tenía rostro. Estaba cavando un hueco y rellenándolo de nuevo. Parecía sudar. Tiranosaurio le saludó pero no recibió respuesta. Unicornio trotó alrededor de él pero el hombre no paró. Le siguieron hasta el lugar de donde traía la tierra con la que tapaba el hueco que él mismo cavaba y ahí, encontraron otro hueco. Era diminuto. No cabían en ese hueco. Se pararon encima y esperaron a que les trague la tierra pero no pasó nada. Unicornio empezó a saltar con sus cuatro patas encima del hueco. Tiranosaurio hizo lo mismo. El hueco se abrió lo suficiente. Y cayeron.
El hueco era muy, muy frío. Había más metal a los lados. Un metal plateado primero y luego un metal dorado. De repente el frío intenso se empezó a convertir en un calor insoportable. Tiranosaurio tragó su propia saliva. Unicornio pataleó en el aire. Aterrizaron sobre un pedazo inmenso de piedra. Alrededor sólo había fuego. Llamas inmensas del tamaño de los dinosaurios que salen en los libros, formas mágicas y envolventes como los unicornios de los mitos. Un fuego creativo y cambiante. Caluroso y convulsivo. Cauto y curativo. Cavernario y corajudo. Miles de "ces" había en el fuego.
Tiranosaurio y unicornio se miraron largo. Sin cerrar los ojos ni mover un sólo músculo de sus rostros (excepto cuando Unicornio sopló su cerquillo). Tiranosaurio volvió a sacardos pares de lentes protectores de la mochila y volvió a ponérselos y ayudó a Unicornio a ponerse los suyos. Y entonces. Decidieron saltar.
Esta caída fue más corta que las otras. Cayeron duro sobre unas piedras y resbalaron sobre otras. Dolió mucho. Pero entre golpes y raspones se alejaron del fuego. Aterrizaron sobre una lámina blanca y silenciosa.
No había nada alrededor. Sólo una blancura de papel, infinito. No hacía frío ni calor. Pero tampoco había temperatura media. Simplemente no se registraba un ambiente. Tiranosaurio se revisó las heridas y luego revisó las de Unicornio. Los dos estaban ahí. Simplemente. Empezaron a andar. El sonido de sus pasos retumbaba.
De repente encontraron un punto negro en el suelo. Era diminuto. Y esta vez no había un suelo propiamente debajo de sus pies, sólo esta dimensión blanca, así que no tenía sentido saltar ni esperar a ver si se hundía la nada. Se miraron y después unicornio bajó la cabeza y calzó su cuerno en el punto negro. Entraba perfecto. Como una llave. Se abrió una puerta pequeña. De un cofre escondido. Adentro del cofre que no era eso propiamente, había una bola forrada de papelitos de aluminio como los de las envolturas de los chocolates, perfectamente lisa y redonda. Tiranosaurio la recogió y la lanzó hacia arriba un par de veces para volver a atraparla. Luego empezó a sacar el papel de aluminio, cientos de capas. Finalmente, en el centro, y debemos decir en este punto, "el centro de la tierra" había un huevo, como de gallina sólo que no lo era. Unicornio rompió la cáscara con su cuerno y adentro del pseudo huevo había una semilla, como de una manzana, sólo que no lo era. Era mucho más. Se sentía. Era otro mundo.
En ese momento, de la nada. LLegó el colchón volador que les había acompañado en tantos otros viajes. Tiranosaurio, Unicornio y la semilla se subieron encima y así empezó el retorno, atravesaron de manera inversa todo el camino por el que habían descendido. Sólo que esta vez más rápido y esta vez con los ojos cerrados.
Tiranosaurio, Unicornio y la semilla (y el colchón volador, claro) estaban en el desierto nuevamente. Caminaron en busca de una tierra más fertil. Iban a sembrar la semilla.
FIN